Jesús Ferrero (Zamora, 1952) acaba de publicar la novela negra La noche se llama Olalla, segundo caso de la detective, medio francesa medio española, Ágata Blanc, cuyas aventuras empezaron con El beso de la sirena negra (Siruela, 2009). Como su personaje femenino, Ferrero estudia en la Sorbona de París, graduándose en Historia Antigua en la prestigiosa École des Hautes Études. Allí escribe su primera novela, Bélver Yin que gana el Premio Ciudad de Barcelona. Es también autor de Las trece Rosas, espléndida novela en la que se sumerge en los terribles acontecimientos históricos de agosto de 1939, momento en que trece mujeres son detenidas, juzgadas y ajusticiadas. Y del libro de poemas Las noches rojas, con el que ganó el Premio Internacional de Poesía Barbacola, entre otros.
Pregunta.- Con Ágata Blanc estamos ante un detective poco común, una mujer enigmática, manipuladora, inteligente, que parece situarse más del lado de las victimas que de los verdugos.
Respuesta.- Lo de crear un detective era para mí una inspiración juvenil. De hecho algunas de mis primeras novelas están muy vinculadas al género negro como Lady Pepa. Con Ágata Blanc no sabía, en un principio, si iba a ser hombre o mujer. El que fuera mujer fue una sorpresa de última hora: pensaba que los detectives hombres estaban ya muy trillados.
P.- ¿Y qué me dice del género de novela negra como tal, que no ha dudado en esta obra?
R.- Yo no me iba a situar a las órdenes de todos esos escritores que enuncian una serie de requisitos aberrantes sobre lo que debe ser una novela negra. Hay incluso un catálogo que circula por internet y que dice que una novela negra se debe mover por los bajos fondos. ¿Pero quién contrata a detectives privados? Esto me lo preguntó un agente de la policía española que había leído la primera novela, El beso de la sirena negra, y a quien le gustó mucho. Me dijo: “Eres el único escritor razonable porque colocas a tu detective moviéndose por las altas esferas sabiendo que son los únicos que contratan a detectives”. En este segundo episodio aparece una familia de la clase media porque no era mi intención moverme solo por determinadas esferas y porque la madre de Olalla que contrata a Ágata Blanc, estaba vinculada al personaje de la novela anterior, una mujer mas poderosa que ella.
P.- Parece que en sus dos novelas lo que busca es saltarse las normas de la novela negra aunque los ingredientes están ahí. Ni siquiera el estilo es el común.
R.- Tenía claro que el estilo no podía decaer, ni la introspección de los personajes, ni su descripción, tenía que ser diferente al de mis otras novelas. Pensé que si caía en la novela de género, -y siempre he tenido mucho respeto a los géneros, no los desprecio para nada, no hay que olvidar que Cervantes solo escribió novela de género (caballería, picaresca, pastoril), aunque los perturbaba mucho-, no iba a rebajar los presupuestos. Sino esta aventura carecía de sentido para mí.
P.- Lo más sorprendente de La noche se llama Olalla es que, antes de que el lector llegue a la mitad de la novela, ya se sabe quienes son los asesinos de Olalla.
R.- Existen dos tipos de novelas policiacas bastante diferentes, con escritores consolidados y muy clásicos en las dos formas de hacer novela negra. La primera se trata de descubrir quién es el asesino. Es el caso de las obras de Agatha Cristhie o Conan Doyle. Son novelas muy abstractas que descuidan los escenarios porque el interés está para el lector en descubrir quién es el malo. Los escritores confunden al lector dándole muchos candidatos. Otra versión, la segunda, que también ha tenido mucha tradición y muchos lectores, es la de descubrir cómo es el asesino. En esas novelas, se desvela el nombre del asesino desde las primeras páginas. En las novelas de Simenon, al margen de las de Maigret que son las que más me gustan, hay clásicos del genero negro como Los fantasmas del sombrerero. Aquí sabemos que el sombrerero es un asesino, pero lo interesante es saber hasta dónde puede llegar esa mente. Nos metemos en la mente del criminal. También en las obras de Patricia Highsmith es así, la escritora del género negro que más venero. Yo prefiero la segunda. En mi novela se sabe en la primera parte quien es el asesino pero el lector no tiene claro qué ha ocurrido. El lector se sitúa como juez. Quiere saber todo lo que paso esa noche. Y, a la vez, desentrañar el entramado de la venganza. De modo que el impulso de la lectura de mi novela podría dividirse en tres momentos. El primero, saber quién es el asesino. El segundo, quiénes son las victimas y el tercero, qué va a ocurrir.
P.- Lo más chocante de la novela de Olalla es que incluso la detective podría ser considerada una asesina.
R.- Ágata Blanc es una manipuladora. Utiliza en las dos novelas la misma estrategia. Incluso yo descubro dimensiones oscuras en Ágata Blanc que al principio no sospechaba. Ella solo habla de Machiavelo y utiliza su principio expuesto en El Príncipe: “deja que las cosas sucias las hagan los otros”. Ella mueve los hilos de acuerdo con una moral que ella tiene.
P.- ¿Entonces Ágata Blanc actúa al margen de la justicia?
R.- Digamos que ella valora la justicia pero no puede admitir que se proteja a los verdugos más que a las victimas. En realidad nadie se atribuye las muertes pero deja muy claro en la novela que ella tenía potestad sobre los personajes que acaban por seguir sus pautas.
P.- Ese poder de manipulación de la detective, me recuerda al de los personajes de la mitología griega, como la Diosa Nemesis, diosa de la venganza, la justicia y el Destino.
R.- La venganza es paralela también a la de Aquiles. Imita el procedimiento de Aquiles. Los tres asesinatos son homéricos. El primero por lanza, con la barra de hierro. El segundo por fuego que es como acabó Troya. El tercero por decapitación que también son muertes que abundan en la Iliada.
P.- La novela tiene varios niveles de lectura que solo se entienden cuando el lector llega al final.
R.- Efectivamente, Olalla dirige también a los personajes desde su propio diario. Además, Ágata Blanc protege “al vengador” porque ha leído el diario de Olalla. Se ha producido una especie de trasvase de almas. Todo el espíritu de Olalla que contenía su diario pasa a través de la lectura a la detective. Ha sido poseída por una muerta que incluso llega a reconocer. Es algo frecuente en el género humano, nos trasladamos algo del alma unos a otros.
P.- ¿La doble nacionalidad de Ágata Blanc tiene un sentido específico en la novela?
R.- Eso me interesaba enormemente. Me apetecía destruir el concepto español /francés, juntándolos en una sola persona y mostrando que podían convivir perfectamente. El que Ágata Blanc fuera hispano francesa también la acercaba a mí. Me daba la oportunidad de moverme emocionalmente con ella en las dos ciudades en las que mejor me siento. También quería que la detective hubiera estudiado en la Sorbona. Quería que estuviera vinculada a la sociología, la antropología, al psicoanálisis y que trabajara con esas herramientas.
P.- En sus dos novelas utiliza el recurso del diario para hacer avanzar el caso.
R.- Los escritos que deja una víctima son un recurso muy interesante para conocer al personaje. También me he planteado que podría ser un poemario. En cualquier caso, siempre daré mucha importancia a los textos que una victima dejó escritos. En la escritura está el alma del personaje. Olalla se descubre a través de su escritura, mejor que en una narración en tercera persona.
P.- La presencia sexual es también recurrente en las dos novelas. Los personajes se sirven de la atracción, del poder de seducción, para que el caso avance. ¿Piensa que la sexualidad es un arma de manipulación para el ser humano?
R.- No. Puede ser un elemento de manipulación, pero no es el caso en Ágata Blanc, en quien cuenta más el placer sexual que le puede dar esa experiencia. Es una mujer que tiene mucho de asceta, que sabe estar sola, que necesita también la amistad. A veces busca un desahogo. En Olalla mantiene relaciones sentimentales con Lucila, y con Gaby porque le apetece. Pero le dice que no quiere hacerse cargo de su alma.
P.- Usted que vivió en Francia muchos años, durante su juventud, ¿por qué decidió volver a España?
R.- Yo hice toda la carrera universitaria en París pero al final, sentía que mi español se contaminaba demasiado con el francés sin que yo me diese cuenta. Me daba la sensación de que estaba perdiendo autoridad sobre le lenguaje.
P.- Entre los dos casos de Ágata Blanc, escribe también la novela El hijo de Brian. ¿Piensa, como dice Bolaño, que es bueno escribir varios libros a la vez?
R.- Si, a condición de saber qué espacio tiene cada uno. Debes tener bastante profesión, para saber colocar los límites y que no se contaminen unos a otros. Yo trabajo las novelas por extractos. Hago una versión dramática, sin atender a los escenarios, muy rápida, donde está todo el contenido emocional de la novela. Luego dejo esta primera escritura un tiempo largo en el ordenador. Seis meses o incluso un año. Ese es mi esquema de la novela y en el que yo veo la obra entera. Tomo distancias dedicándome a otra novela y luego vuelvo a aquella de la que solo dibuje la línea de las emociones y poco más. Hago una segunda versión que tampoco es la definitiva. Hago una tercera y una cuarta en las que, al contrario de otros autores, me dedico a añadir detalles. Elementos anecdóticos. Atmosfera. Ambiente.
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