Para Álex Rigola (Barcelona, 1969), Migranland es una de las obras más especiales en las que ha trabajado. El proyecto, que forma parte del programa Arte para la Mejora Social de la Obra Social la Caixa, subirá al escenario a 14 inmigrantes residentes en Salt, uno de los municipios españoles que acoge a un mayor número de personas procedentes de otros países. La obra se ha concebido como teatro documental e itinerante y pretende llevar al público a enfrentarse con la dura realidad de la inmigración.
Pregunta.- ¿Cuál es el punto de partida de esta peculiar obra de teatro?
Respuesta.- Migranland parte de una iniciativa de la Obra Social La Caixa junto con el Festival Temporada Alta. La Caixa lleva un tiempo intentando desarrollar proyectos sociales con colectivos de grandes riesgos para acercarlos a formas de expresión artísticas.
P.- ¿Cuándo se involucra en este proyecto?
R.- A mí me ofrecen trabajar con un colectivo de inmigrantes en la ciudad de Salt. Salt es un municipio de la provincia de Gerona en el que se hablan más de 90 lenguas diferentes. Es un lugar muy representativo de la problemática de la inmigración y suele ser noticia por sus conflictos. Sin embargo, cuando empiezo a trabajar mi idea es alejarme lo máximo posible del teatro amateur. No quería darles un texto para que lo representaran, aunque éste pudiera venir más o menos al caso. Quería crear un lugar al que el público pudiera acceder y quedar cautivado. Al final llegamos a la conclusión de que la grandeza procedía de sus historias personales por eso hemos hecho un trabajo de teatro documentado.
P.- ¿Cómo fue el proceso para llevar cada una de las historias de este colectivo de inmigrantes al escenario?
R.- Durante tres meses les estuvimos impartiendo talleres para que, a través de la palabra, la fotografía, el vídeo, la poesía e incluso la cocina, pudieran expresarse. A partir de estas actividades fueron contándonos quienes eran y, de alguna forma, desmintiendo la conflictividad porque, si hay algún conflicto, también hay, en un territorio tan pequeño como Salt, una capacidad de convivencia que escapa a la normalidad.
P.- Pero después hay que ponerlo todo en común y trazar una historia…
R.- La estructura está basada en el viaje de Ulises. Es fácil establecer un nexo de unión entre los inmigrantes de hoy y la Odisea e incluso identificar cuál es el canto de sirenas, quién es el cíclope y quién Polifemo.
P.- ¿Cómo ha sido trabajar con personas que no tenían experiencia en la actuación?
R.- Apasionante. La cuestión es que conoces casos extremos que de otra manera no podrías conocer porque ellos necesitan ser invisibles. Y aquí aparece otra correlación con la historia de Ulises: cuando el cíclope le pregunta a Ulises cómo se llama, este le responde nadie.
P.- ¿De qué modo le ha afectado este proyecto a nivel personal?
R.- Esta apertura a su mundo ha sido para mí un viaje apasionante a la realidad de Salt y, por ejemplo, un acercamiento a la religión musulmana. Normalmente se nos explican asociaciones del Islam al terrorismo y es cierto que hay extremos. Yo, que soy ateo, he encontrado una religión mucho más cercana al budismo que la cristiana según lo que he podido ver. De hecho, entre otras cosas, no tenían problemas en hacer bromas sobre la propia religión.
P.- ¿Hay alguna historia de estos inmigrante que le haya impresionado o emocionado especialmente?
R.- Todos. Hemos dedicado a charlar y contarnos las vidas el 50 % del tiempo de los talleres. Unos me miraban y decían “lo que cuenta este es muy duro” pero es que las historias de ellos eran similares. Casi todos han pasado vidas muy duras. Es curioso pero al estrés provocado por el continuo estado de dificultad que vive el emigrante se le conoce como el síndrome de Ulises.
P.- La puesta en escena es bastante original…
R.- Hemos hecho un viaje, además de intelectual, virtual para que el público se ponga en situación. También es un viaje físico, itinerante en continuo desplazamiento.
P.- Desde tu punto de vista, ¿cómo esta la cuestión de la inmigración en este momento en la sociedad?
R.- Seguimos viviendo a espaldas de esta realidad. Es como lo que ocurre en el capítulo de la Odisea en el que la diosa Circe invita a los marineros de Ulises a un banquete y después los convierte en cerdos. Hicimos algo parecido cuando los necesitábamos para que limpiaran el culo a nuestros abuelos o para que trabajaran en la construcción. Ellos echaron raíces aquí y se hicieron españoles. Ahora que no los necesitamos hemos buscado todas las excusas posibles para echarlos. Esta obra, aún con el gran trabajo que se hace con los propios inmigrantes, es más beneficiosa para el espectador autóctono porque les enseña la realidad de este colectivo.
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