De pequeño quería ser pintor. A Sergi Bellver (Barcelona, 1971) le iba bien todo lo que tuviera que ver con el arte. Tocó la guitarra durante unos meses en un grupo de rock antes de empezar a escribir. Bellver ha trabajado en una editorial, de crítico literario, y como antólogo de una recopilación de textos de Chejóv. Su salto a la escritura de ficción fue lento y premeditado. “Todos mis amigos me preguntaban que cuándo me iba a poner a escribir”. Sergi Bellver presenta esta tarde, en la librería Rafael Alberti, su primera recopilación de relatos, Agua dura (Ediciones del Viento).
Pregunta.- Agua dura recoge sus relatos de los últimos tres años. La precisión del lenguaje, en la frontera entre lo moderno y de lo preciosista, corresponde a un autor muy exigente.
Respuesta.- ¡Pues eso que he conseguido no ser tan maniático! Algunos amigos míos escritores me urgían a que acabase y diese por bueno algo de una vez. Soy muy perfeccionista. Para mí, el talento es la poca distancia que hay entre tu intención de hacer algo con un mínimo de excelencia y conseguirlo. Con la escritura me di cuenta de que no me costaba llegar adónde yo pensaba. Mucho más que con el dibujo. Por eso, cuando se me dio la oportunidad de publicar este libro, primero en una editorial digital de Miami, ¡y eso que yo soy un fanático del papel! pensé en armarlo para que pudiese ser publicado en papel. Diez de estos relatos ya habían salido en antologías desde el 2010 y añadí dos inéditos.
P.- ¿Se esperaba el éxito de críticas que está teniendo Agua dura?
R.- Es cierto que he sido muy bien leído por gente a la que respeto mucho. He recibido correos privados de escritores de relatos muy buenos que me dan el indicativo de que voy por buen camino. Estaba convencido de que el libro tiene un valor. Me he pasado tres años escribiendo este libro, unas ocho horas al día, aunque luego soy de los que desecha siete horas de trabajo. Los textos no están ordenados cronológicamente, de hecho, Islandia, que concluye el libro, es de los primeros que escribí en 2009, una versión muy recargada que luego fui puliendo. Pero en ese cuento está el escritor que soy desde entonces y que se formó a través de la lectura.
P.- Es cierto que cada capítulo del libro está precedido por una cita de autor, Faulkner, Cortázar, Umbral, Conrad, etc. ¿Además de las lecturas, Agua dura nace de experiencias vitales personales?
R.- Empecé a escribir ficción a los 34 años, después de haber trabajado en una editorial y haber hecho crítica de libros de forma esporádica. A esa edad, ya había vivido muchas cosas, la muerte de mis padres, mi soledad, viajes, parejas, los temas que toco, aunque sea de refilón como la muerte de seres queridos, la dificultad de las relaciones familiares, el lado oscuro de ciertas cosas, etc, los conozco. También el haber sido antes de escritor, crítico, profesor, editor, me hace adoptar varios puntos de vista a la hora de escribir y abordar el trabajo creativo con mucha calma.
P.- ¿Está contento con el resultado?
R.- Estoy bastante satisfecho y me ha merecido la pena esperar. Creo que es muy buen comienzo, sí. Que haré cosas mejores en el futuro, seguramente, la novela que estoy escribiendo, por ejemplo, es más ambiciosa. Pero solo puedo decir que estoy muy contento con el libro y con los lectores. Yo escribo para los lectores, no para los escritores ni los críticos que es uno de los vicios que hay entre la gente joven.
P.- El libro está dividido en tres partes.
R.- Sí, de hecho la parte de en medio sirve de bisagra. Yo la llamo el “sorbete de limón” porque está entre dos partes muy densas. Lo que representa el corpus del libro es la primera y la última, en donde los relatos tienen que ver con la familia, son más largos. Es una obsesión que tenía mientras iba escribiendo, un hilo conductor que refleja mi estado vital.
P.- La familia es un tema recurrente en sus cuentos. Pero más que una familia, sus personajes se muestran entre ellos como seres extraños.
R.- Es cierto. Este tema responde a circunstancias personales. Hace años me quedé sin familia. Tenía con ellos una relación rara y estos fantasmas deben estar en las páginas del libro.
P.- La figura del hermano aparece en varios de sus relatos, en Propiedad privada, El nudo de Koen, Islandia. ¿Se trata de una imagen de si mismo? Alguien que hubiera podido ser y que no fue?
R.- En el caso de El nudo de Koen es el tema del doble revisitado. De hecho el libro está lleno de guiños que es algo que me divierte mucho introducir en el texto, no tienen porque pillarse en la primera lectura pero quien los coja le producirán placer. Aquí el tema es el haber tenido un hermano mayor que fallece y los padres deciden repetir esa vida. Las menciones artísticas que hago en ese cuento no son casuales. Beethoven, Van Gogh y Salvador Dalí tuvieron un hermano mayor que se llamaba igual que ellos, y sus padres repitieron. En el caso de Salvador Dalí hasta le creó un trauma. Me propusieron hacer un texto sobre el doble para una antología que salía en el 2011 y dándole vueltas me encontré escribiendo un texto a lo Stephen King, un cuento de terror que yo tenía en la cabeza. Desde un punto de vista personal, al morir mis padres, la relación con mis hermanos se enfría tremendamente. Somos como extraños. Pero no me gusta contar mi vida en los libros, para eso ya esta el Facebook. Si puedo contar un secreto, yo solo estoy en un cuento como persona. Soy el personaje del muerto en Islandia, aquel que decide vivir, como yo también he decidido vivir de la literatura y con la literatura.
P.- En ese mismo cuento, usted habla de un ataúd como si fuera una barca. ¿Podríamos decir que el título del libro Agua dura refleja la idea de un mundo líquido en el que a pesar de su dureza, debe sobrevivir el hombre?
R.- Cuando empecé la redacción de estos relatos, me di cuenta de que, sin pretenderlo, me iban saliendo muchos ahogados, acantilados, playas, ríos, muchas metáforas con el agua. El titulo lo puse al final.
P.- Y los animales, ¿son como el agua, otra simbología para describir al ser humano hoy en día?
R.- Si, en casi todos los cuentos están las imágenes de animales que para mí tienen una potencia simbólica. En Islandia, el mundo animal marino es evidente, porque el personaje es pescadero en Madrid. Donde sí hay un trabajo concreto de animales simbólicos es en Propiedad privada. En una tercera o cuarta capa de lectura, el texto habla de los excesos del materialismo. La finca que heredan los personajes está abandonada y los animales sufren, lo que te da a entender que hay descuido y crueldad. Hago una crítica a ese ultraliberalismo atroz. El trabajo con los animales es porque en algún momento del cuento se dice o se sugiere que Diana, el personaje que desea ser puro, está muy conectada con todos los que aparecen. Si se fija bien el lector, todos los animales del cuento son hembras. La humanización de la bestia o la animalización del hombre es de lo que hablo.
P.- La primera vez que hablé con usted me dijo que era poeta pero ha publicado un libro de cuentos.
R.- ¿Yo dije eso? Quizá porque además de la prosa, mi tercera parte del libro es decididamente lírica.
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