Tan heladora y aséptica como un quirófano sin estrenar, como la cámara acorazada de un banco, es una entrevista resuelta por correo electrónico.
No siempre. Vila-Matas mantuvo una durante un año con su amigo André Gabastou, traductor de muchos de sus libros al francés. Un epistolario digital en el que el entrevistador enviaba tres o cuatro preguntas en cada carta, a las que Vila-Matas contestaba sin dobleces, con la tranquilidad que otorga la amistad. Hablaba de “sus cosas”, que así las denomina, como lo hacía Duchamp. De modo que el universo del narrador -el anecdotario, los 40 años de libros, las ciudades, los porqués de la escritura, los temas, los referentes, los recuerdos…- quedó condensado en una serie de capítulos electrónicos que vieron la luz convertidos en libro primero en Francia, con notable éxito entre los lectores, y ahora en España, en una versión ampliada que publica Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.
Titulado Fuera de aquí, acompañan a este aire, vendaval de Vila-Matas un buen número de fotografías, desde la del escritor de niño vestido de torero a las de todas las constelaciones de referencias. A vista de pájaro, aparecen entre los convocados Marsé, Aub, Poe, Tom Waits, Pessoa, Satie, Pirandelo, Clint Eastwood, Bolaño, Nabokov… Hay ironía (E. Vila Matas al revés es Satam Alive), confesiones sorprendentes (“soy más francés que muchos franceses”), una extensa antología de fragmentos escogidos y una autobiografía literaria. Y, además, un cinco por ciento de invención: “Hay que respirar de vez en cuando, ¿No cree?”.
Esta entrevista también se realizó por mail.
Pregunta.- Empecemos por el título, Fuera de aquí. De primeras, no es que sea muy acogedor para los lectores, aunque imagino que se refiere a usted, a sentirse fuera del mundo ¿Podría hablarme sobre su significado?
Respuesta.- Si yo fuera un lector pensaría que ese título parece hablarnos de alguien que necesita respirar y situarse fuera de aquí (del gran embrollo del mundo) y también fuera de allá (es decir, de lo que suponemos que puede estar fuera de lo que está fuera de aquí). Pero obviamente cada lector puede pensar lo que quiera de ese título bien abierto.
P.- ¿Para un narrador es agradable tener que hablar por sus libros después de haberlos escrito, defenderlos, justificarlos?
R.- La conversación es con André Gabastou, que ha traducido al francés quince de mis libros, siempre es agradable. En Fuera de aquí supo crear las condiciones ideales para que pudiera recorrer mi obra con una mirada relajada y dar de “mis cosas” (las llamo así, mis cosas, como las llamaba Duchamp) explicaciones sencillas, sin segundas intenciones complejas, o intenciones secretas. Aunque tengo tendencia a las especulaciones intelectuales, no quería aquí recurrir a una dialéctica abstrusa para expresarme. Estoy contento por eso, por haberle hablado como lo hice. Aunque supongo que quedaron recodos oscuros en los que rebuscar más adelante.
P.- Usted es una especie de crítico literario de su propia obra, ha señalado cuáles son sus etapas como autor, eso es un caso poco habitual. ¿A qué se debe?
R.- Supongo que hay una necesidad por mi parte de que un agudo sentido crítico me haga avanzar o, como mínimo, mantenerme alerta, despierto.
P.- ¿Le preocupa la posteridad? ¿Es este libro un manual al que acudir en el futuro buscando la precisión sobre su obra?
R.- ¿La posteridad? Como decía Paul Valéry, es bien extraño el pensamiento de que habrá hombres después de nosotros.
P.- ¿Cuánto hay de invención en las respuestas que le da a Gabastou? ¿Cómo se produjo la entrevista?
R.- Gabastou decidió la estructura de Fuera de aquí: cada capítulo se ocuparía de uno de mis libros, de cómo surgió cada uno de ellos y de las historias que lo rodearon. En mis respuestas no inventé nada, o quizás haya un cinco por ciento de invención (también hay que respirar de vez en cuando, ¿no cree usted?, recuerde que tanto realismo mata). Tardamos un año, 2009, en escribirlo. Lo construimos todo a base de e-mails. Gabastou me mandaba tres o cuatro preguntas y yo le iba contestando, analizamos libro por libro. Catherine Flohic, de la editorial Argol, lo publicó en Francia en 2010. El libro llega ahora a España reformado y muy ampliado.
P.- En el libro vuelve a dar una versión distinta de sus razones para la escritura, ¿Cuántas más puede haber?
R.- ¿Cuántas más? Todas las que usted quiera, menos la versión auténtica, que es la única que seguramente no existe, pues me resulta imposible recordar el momento en que decidí dedicarme a escribir, lo que para mí significa que no decidí en ningún momento eso.
P.- Confiesa en el libro: “No creo que tenga yo exactamente un país” ¿Le resulta muy pesado que le insistan en lo del escritor más francés o el más argentino de los españoles? ¿No es extraño que no le hayan nacionalizado todavía en el país Vila-Matas?
R.- Mi teoría es muy sencilla: soy siempre del lugar donde me encuentro.
P.- Dice que Marsé considera que usted está demasiado literaturalizado. ¿Qué le parece? ¿Qué opina usted de Marsé, está él demasiado vivido? ¿Hasta qué punto pueden ser ambos dos caras de una misma moneda, de una misma ciudad?
R.- Lo último que ha dicho Marsé de mí es que me voy acercando paulatinamente a la realidad. Creo estar de acuerdo con él.
P.- Sostiene que la infancia es un periodo de exagerado prestigio. ¿Podría hablarme de esta idea?
R.- Oigo demasiado que la infancia es una época en la que se decide todo lo que después seremos de mayores. Se da por cierto ese tópico cuando es algo que no está nada claro. Porque, por ejemplo, yo no he encontrado nunca nada en mi infancia; fui feliz en ella, y eso fue todo. No tengo mucho que ver con ese tipo de escritores que organizan todo su mundo de creación en torno a esos primeros años de su vida, en torno a ese periodo de pantalón corto. A mí en realidad hasta los diecinueve años no empezaron a pasarme cosas.
P.- ¿Realmente se inventaba entrevistas en Fotogramas? ¿En qué posición deja a este libro esa confesión? ¿Dónde empieza y acaba la verdad en su biografía?
R.- En Fotogramas sólo inventé las entrevistas de Brando y de Nureiev. La de Patricia Highsmith -inventada, pero después de haberla entrevistado en el hotel Colón- fue para la revista Diagonal (revista underground barcelonesa). Y hay una cuarta entrevista también falsa, ésta para La Vanguardia. Es la que le hice a Anthony Burgess. Había quedado a las 7 con él y tenía que transcribirla en la redacción del periódico y entregarla antes de las 9. Calculé que, por muy rápido que fuera, no podría hacerlo y opté por ir a la entrevista con mi trabajo ya hecho. Se lo conté a Burgess que dio su aprobación con entusiasmo porque me dijo que eso le permitía tener media hora libre -la que yo le dejaba- para beber whiskys. Terminado mi breve saludo a Burgess, fui a la redacción de La Vanguardia y me senté ante una máquina eléctrica y allí simulé que la escribía cuando en realidad copiaba de mi propia “chuleta”. Tardé tan poco en transcribirla que toda la redacción quedó estupefacta.
P.- Es muy honesto que confiese que en su obra influyó más la simulación primera de la literatura que lo que leyó después…
R.- En el fondo, anida en esa honestidad el deseo de escribir haciendo tabla rasa de todo, es decir, eliminando antes que nada el lenguaje muerto, los dogmas de segunda mano, las verdades que no son de uno, las sentencias, las frases hechas, los mitos históricos. Una vez se ha eliminado todo esto, uno se encuentra con algo que se aproxima a la verdad de su propia idea sobre la literatura, y entonces ya está quizás en condiciones de empezar.
P.- ¿Qué sensación le produce ver su nombre en las quinielas del Nobel?
R.- Es un premio que me gustaría mucho más si pudiera ser anónimo, como la lotería.
P.- ¿Hasta qué punto contribuye esta obra a reforzar su mito? ¿Qué piensa de que su nombre se asocie al concepto mito?
R.- No creo que nadie se levante por la mañana diciéndose: “Hoy voy a reforzar mi mito”. Aunque, nunca se sabe. Como decía el torero Belmonte cuando le dijeron que Ortega se dedicaba a la filosofía: “Hay gente para todo”. Pero no veo que sea mi caso. A fin de cuentas, se publica -debidamente ampliada- la traducción al castellano de un libro que ha tenido muchos lectores en Francia.
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