Diego Quemada (Burgos, 1969) es un español universal. Creció en Barcelona y tras una temporada en Madrid, donde estuve en el equipo de rodaje de Tierra y libertad (1995), de Ken Loach, cineasta que ha sido una gran inspiración para su debut, emigró a Estados Unidos donde ha trabajado como operador de cámara en películas como 21 gramos y El jardinero fiel. Actualmente vive en México. Su primera película como director, La jaula de oro, fue presentada en el Festival de Cannes en la sección Un Certain Régar, donde sus tres jóvenes protagonistas se llevaron el premio a la mejor interpretación. Nos cuenta la peripecia de tres chicos de Guatemala que sueñan con llegar a Estados Unidos para tener una vida mejor. La inocencia de los adolescentes, su sentido de la aventura, el paisaje de Centroamérica y la cruda realidad se mezclan en un filme que retrata con garra y sensibilidad esas migraciones que marcan el mundo contemporáneo.
Pregunta.- La película ha tenido un proceso de rodaje muy peculiar.
Respuesta.- Cuando emigré a Estados Unidos conocí la problemática de los emigrantes en carne propia. Vivía en un barrio con muchos indocumentados y empecé a ir mucho a México, escuchabas muchas historias que merecían ser contadas. Cuando me planteé la película quería seguir un proceso que aprendí trabajando con Ken Loach, rodar como si fueras observador de algo, con continuidad, trabajando con actores no profesionales y sin que conozcan cómo se va a desarrollar la historia. Trabajas en el contexto y ellos viven la experiencia, es un proceso muy vivo. Les decía a los chicos que dijeran las cosas como si hablaran con un amigo suyo.
P.- La película empieza con un tono ligero jovial y casi ligero, captando ese espíritu de aventura e inocencia de los jóvenes que emprenden el viaje.
R.- Me inspiró el western y hacer una película de género. En ese viaje, el protagonista (Juan, interpretado por el actor Brandon López) conoce a este indio, que pasa de ser alguien AL que juzga y odia a una persona que cambia su vida y le muestra otra forma de ver las cosas y le cuestiona su propio sueño. Ese sueño se tenía que desmoronar de algún modo. El sueño americano ya no existe pero el sueño de una vida mejor es universal y eso no va a cambiar, dónde y cómo cada uno lo tiene que ir descubriendo. Pero Estados Unidos sigue simbolizando todo eso porque a través del cine y la música nos ha marcado.
P.- Es probable de todos modos se viva mejor en Estados Unidos que en Guatemala.
R.- ¿Sí, pero a qué precio? Puedes ganar dinero pero estás solo en una cultura anglosajona con miedo a que te deporten mañana, con Obama las deportaciones han llegado a récords históricos. Te vas a comprar una botella de agua, te piden los documentos, no los tienes, y a la mañana siguiente estás en Tijuana y dejaste a la familia en Estados Unidos. Hay madres a las que separan de sus bebés porque las deportan a ellas y los niños se quedan en Estados Unidos porque ya han nacido allí. La política de inmigración es brutal.
P.- Lo más terrible son esos francotiradores de la frontera que se dedican a la caza de los que quieren atravesar la frontera. ¿Quiénes son?
R.- Hay unos patriotas que se organizan libremente para defender sus fronteras, les llaman minute man. Van al desierto fuertemente armados, muchos con mirillas telescópicas, se sabe que han matado a muchos inmigrantes, ¿cuántos? No se sabe. No es legal, pero pasa. Y los patrulleros ha matado a bastantes inmigrantes, les dicen que paren y no paran, entonces disparan. Nos inspiramos en un niño que se le cayó la pelota al otro lado de la valla, fue a buscarla y le pegaron un tiro. Ha habido muchos casos, la película representa este desprecio que Estados Unidos tiene al sudamericano y centroamericano. En ese territorio había entre 60 y 100 millones de indios, hoy no llegan a doscientos mil.
P.- Ese desprecio del que habla contrasta con la información que muchos recibimos en España donde se habla mucho de la pujanza de los latinos.
R.- Por un lado sí es cierto que cada vez hay más población hispana, pero en California sigue habiendo un racismo tremendo. Hacer una película como ésta también es para mostrar a un tío de Kansas que hay algo en ese ser humano más aparte de un indocumentado, es heroico jugarse el tipo para tener una vida mejor. Estados Unidos tiene un conflicto histórico con México, desde que pierde la mitad de su territorio en 1848 en la guerra, ¡San Francisco era México! Desde ese momento el mexicano se convierte en ciudadano de segunda clase y ya durante la crisis del 29 deportaron a muchos porque decían que les quitaban trabajo. Hay una lucha por el territorio y los recursos como en cualquier colonización.
P.- Volvamos a la película, también muy atenta a sus respectivos despertares sexuales.
R.- La chica es como el puente entre estos dos chicos que representan dos maneras de ver el mundo, la del guatemalteco y la del indio, más mística. La amistad entre esos dos chicos nos sirve para hablar del hermanamiento de dos formas de ver el mundo, de cuestionar estas creaciones artificiales que nos separan. Las fronteras y nacionalidades son inventos relativamente modernos y hay algo que nos une más allá de todo eso. En esa tensión sexual también los humanizamos. Hay una parte muy poética pero también hay una lucha muy clara porque los dos quieren tener sexo con ella.
P.- Hay algo muy Psicosis (la película de Hitchcock) en esa desaparición de la protagonista a mitad de metraje.
R.- En el guión el protagonista era Juan pero luego en el montaje nos dimos cuenta de que ella era la protagonista de la primera parte. También decidimos empezar con esa escena en la que le cortan el pelo y todo quedaba más fuerte. Me gustó la idea de que el protagonista es una y de repente desaparece y es el otro. El espectador se queda imaginando cómo sigue una parte de la película y eso la hace más realista. Todo eso nos lo íbamos encontrando en el proceso. La esperanza era que el puzzle encaje de alguna manera.
P.- La última secuencia, esa fábrica de carne siniestra que acaba simbolizando la realidad del sueño americano es brutal. La película empieza como Mark Twain, sigue como Peckinpah y termina como Bresson.
R.- Cuando encontré esta fábrica de carne, con esas máquinas, esa luz, vi que era el símbolo más claro de ese desmoronamiento del sueño americano y de ese niño en un mundo alienado. Lo filmé todo y nos dejaron, fue un milagro. El tren al principio es un símbolo del progreso industrial y la empacadora de lo contario, de su decadencia. Es una metáfora de la necesidad estremecedora de mano de obra barata del capitalismo, toda esa carne es como carne de inmigrante muerto, de esos cadáveres que engulle el sistema. Todo va cada vez más rápido y este modelo deshumanizado y materialista en el que vivimos que consiste en explotar a gente se desmoronará.
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