Pregunta.- ¿Qué se va a encontrar aquel que vaya a ver “El Malentendido”?
Respuesta.- Un texto brutal de Albert Camus que merece muchísimo la pena escuchar como algo que te puede crujir por dentro y cambiar algo de tus reflexiones. Realmente es un texto importantísimo al mismo nivel que lo es el autor, uno de los intelectuales más libres y más fuertes que ha tenido el siglo XX y que ha trascendido al siglo XXI, bueno, y a lo que le echen. Tremendamente actual y tremendamente oportuno.
P.- ¿Por qué eligió hacer esta obra y representar este papel?
R.- Fue una idea de mi padre cuando estaba en plena enfermedad. Hablábamos mucho de literatura y me recordó que hacía mucho que no se interpretaba a Albert Camus. Fue uno de los primeros autores que mi madre y él trajeron a España cuando tenían compañía. Digo que lo trajeron porque entonces era un autor prohibido, igual que Sastre, que también lo trajeron ellos. Se enfrentaban a la censura, a las autoridades, a que les cerraran los teatros… Entonces, me dijo que me revisara “El Malentendido”, porque sería un suceso en el momento actual por lo que el autor propone: lo que pasa con los seres humanos buenos que viven angustiados por el sistema, oprimidos, con las alas cortadas y los sueños rotos, con el talento sin desarrollar, con el horizonte cerrado y la luz apagada. Un ser humano al que no le dejas con toda su potencia evolucionar. Qué pasa con todo eso, que es lo que ocurre en esta obra. Realmente el público no sabes cómo entra y se emociona con lo que ve.
P.- El hecho de que fuera su padre el que le animó a llevar a cabo este proyecto ¿ha supuesto más carga emocional o presión sobre su trabajo?
R.- En todo el proceso él estaba vivo todavía y yo tenía una gran responsabilidad a levantar un espectáculo que le pareciera potente realmente. Él estaba muy emocionado de que hubiera conseguido los derechos, que Ernesto Caballero, Director del Centro Dramático Nacional, hubiera entrado en la producción y de que le hubiera parecido buena idea… Estaba viendo que realmente estaba poniendo en pie la producción. Incluso vio las maquetas, tan bonitas, en el hospital. Se las llevé para que las viera y supiera la idea que tenía Eduardo Vasco del público dentro como juez y parte de la historia. Yo quería realmente que estuviera al nivel que tenía por Camus y de lo que ellos habían hecho. Murió una semana antes del estreno pero yo creo que él sabía que lo que estábamos haciendo algo muy bonito. Creo también que ha habido una intención de homenaje por parte de los espectadores al venir a verlo y, ha tenido todo una cosa muy hermosa alrededor.
P.- Se trata como ha dicho de una obra dura y su personaje, Marta, es complejo y con una historia fortísima ¿cómo ha sido su construcción en un momento como el que ha vivido?
R.- Una vez más esto está relacionado con mi padre, porque todo lo más duro de la enfermedad me pilló con los ensayos. El texto además habla todo el rato de la muerte, de la ausencia de Dios… era un poco alucinante verme metida en ese bucle de existencialismo: del hospital a los ensayos y de los ensayos al hospital, que mi padre muriera una semana antes del estreno, de algo que él me había empujado… Verte así es un poco alucinante pero creo que Marta me ha ayudado mucho. No solo no me costaba subirme al escenario, si no que poder soltar toda la rabia por ahí me ha servido de catarsis y de canal… Quizá la herida hubiera estado abierta por otro lado, ha sido mi forma de pasar el duelo.
P.- A toro pasado, y viendo desde lejos todo el proceso de la obra y de sus esfuerzos en un momento como ese ¿Cómo se siente con el resultado?
R.- Estoy muy contenta la verdad. De cada representación los espectadores salen muy tocados y es muy bonito ver como los grandes textos hacen que pase algo en las emociones de los seres humanos y cómo la cultura tiene una trascendencia realmente importante para nosotros.
P.- Y que ahora, después de todo lo que me ha contado, salgan noticias de actualidad como la privatización de los teatro de Madrid, la subida del impuesto del IVA en la Cultura o que Cristóbal Montoso diga que la culpa de “los problemas del cine español tienen que ver con su calidad”… ¿Cómo sienta?
R.- Yo no quisiera entrar en conflictos porque me intoxica tremendamente. Es como que me lleno de una cosa por dentro extraña que no me ayuda a afrontar todo lo que tengo encima. Es muy amargo todo y muy triste, y precisamente porque he vivido en una familia de actores que han aportado tanto a la cultura de este país y que han hecho tanto por abrir mentes, fronteras y canales de comprensión, pues bueno… Yo respondo con la no violencia, con el no conflicto y con hacer funciones como esta. Es mi manera de responder.
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