Cuatro años hace ya desde que Carlos Aires (Ronda, Málaga, 1974), uno de nuestros artistas que más ha trabajado fuera de España, volviera, no sabe si para quedarse. El Centro de Arte de Alcobendas muestra ahora sus obras de este periodo bajo el título Luto, un nombre que, como él explica, “representa un estado de ánimo”. Piezas como Mar negro, Requiem y Opening Night nos hablan, sinceras, de problemas y sentimientos comunes. Con vinilos, farolillos o billetes, Aires asegura que sus obras son más poética que denuncia. Muy crítico con el sistema y sobre todo con la situación artística actual (“España es aún muy lorquiana”, dice), está convencido de que los cambios para el arte contemporáneo español han de venir desde dentro.
Pregunta.- La exposición muestra sus obras de los últimos cuatro años, los mismos que lleva en España después de 14 años en el extranjero. No se puede decir que volviera en el mejor momento
¿Qué le hizo regresar?
Respuesta.- La principal razón por la que volví a España fue climática. Puede sonar absurdo y banal pero cuando has vivido casi doce años en Holanda y Bélgica tiene otro sentido. Soy lagartija sureña y en un momento determinado me pesaba demasiado ese cielo gris constante sobre mi cabeza. Mucha gente me hace la misma pregunta pero me gustaría saber cuál fue ese buen momento, independientemente de la locura inmobiliaria y esos fuegos artificiales que tanta ceguera provocaron. En lo que se refiere al arte, todos estos años de bonanza no han ayudado a que se consolide el arte contemporáneo español ni se promocione fuera de nuestras fronteras. Ese buen momento solo ha dejado tras de si un cementerio de museos faraónicos vacíos y gente añorando esos “gloriosos” años y mirando al pasado. Siempre que pienso en todo esto me viene a la mente la película Bienvenido mister Marshall, pero en 3D. Se que sueno negativo pero moriré bailando.
P.- Desde luego la situación del arte español no ayuda… ¿Qué opciones hay para el arte español?
R.- No creo que el problema sea económico, comodín que ahora llamamos crisis. Hace falta una estructura sólida y gente profesional que la gestione. El panorama artístico español, como ocurre con el resto, es demasiado endogámico, obsoleto, politizado y arrastra una herencia muy profunda. España es aún muy lorquiana. Hay una gran contradicción porque el panorama artístico es muy cerrado, muy local pero a la vez seguimos teniendo un complejo de inferioridad y se apoya muy poco a los artistas españoles, pensado que lo de fuera siempre es mejor. Este país tiene una capa de caspa bien gruesa que no se puede quitar con un simple cepillo: es necesario quitarle el abrigo y meterlo en la lavadora. Y si es posible, cambiar el abrigo de pieles por algo más ligero, moderno y ecológico. Está claro que el cambio depende de nosotros, desde el director de un museo al crítico, artista, galerista y todos los que bailamos en la cubierta de este barco. La calidad de los artistas españoles es muy buena pero fuera de nuestras fronteras no lo saben. Los directores y comisarios de fuera pasan por España, visitan exposiciones pero no hay intercambio, no van a los estudios de los artistas, no hay diálogo.
P.- ¿Y qué se puede hacer?
R.- Yo sigo defendiendo el encuentro “tête á tête” en el taller, práctica que es poco común en España. Me sorprende que durante estos años en Madrid mi taller sea un lugar donde sólo asoma la cabeza algún amigo cercano o contada excepción. Intento que el desanimo no me golpee y me niego a pensar que hacer las maletas sea la única solución. Esto va a seguir igual si no construimos una estructura, una comunidad artística donde, independientemente de los gustos e intereses personales, se apoye el conjunto. Es precisamente en esa comunidad o conjunto donde estamos todos.
P.- Volviendo a su trabajo, en Mar negro denuncia o constata la realidad de la inmigración que llega en pateras, situaciones dramáticas, ¿para usted el arte siempre es denuncia?
R.- Mar negro no es una denuncia, ni tampoco hace únicamente referencia a la inmigración porque el parqué no sólo está hecho de restos de pateras, también son restos de barcas y botes. La poética de la obra tiene más capas. Mi intención no es apuntar con el dedo un problema concreto pero las obras son resultado de mis obsesiones y todo lo que atraviesa mi piel. Es imposible ser impermeable a temas como el de la inmigración y mucho más cuando, sin quererlo, te encuentras en Cádiz con un sitio lleno de estos restos como una especie de cementerio de elefantes. Son sensaciones que anidan dentro de uno y llegan para quedarse. Entonces, aparece la obra mezclada con otros fluidos y obsesiones personales.
P.- En este sentido, ¿cómo describiría su trabajo?
R.- Es difícil definir lo que uno hace porque si fuese capaz de expresar con palabras lo mismo que con mis obras seguramente no las haría. Todas la piezas que realizo salen desde la vivencia y busco que tanto los aspectos conceptuales como formales encajen como dos piezas de un motor. Cada vez dejo mas libertad a aspectos menos narrativos, más viscerales y es un camino que quiero seguir desarrollando. Siempre parto de experiencias autobiográficas intentando que el resultado de ese parto respire por sí solo.
P.- Opening Night, 2.000 farolillos de feria con fotos de nuestra historia más catastrófica, una pieza que nace de la paradoja fiesta/tragedia, opuestos que se unen en un punto
¿Qué busca con estas dicotomías?
R.- Opening Night nace de mi imposibilidad de aprehender o asimilar una realidad que ocurre en otro sitio, a otras personas y a veces, en otro momento. Esta instalación es el resultado del conflicto personal que siempre ha supuesto ver estas fotos y videos de catástrofes y desastres en periódicos, webs o televisión en relación a mi cotidianeidad. Siempre me llamó mucho la atención el hecho de ver a mi familia comiendo mientras veíamos el telediario: esa idea de meterte el cucharón de sopa en la boca siendo espectador de todos esos horrores. Hice una serie de obras como Opening Night o Cataratas, que forman parte de la exposición, para las que estuve investigando sobre las imágenes de catástrofes como el nuevo entrenamiento mediático de masas. Perdiéndome en webs relacionadas con estos temas llegué a ver videos que me gustaría no haber visto jamás. Me pregunté cómo sería esa realidad impresa o vista a través de una pantalla para personas ciegas de nacimiento y así surgieron esas obras.
P.- Son especialmente conocidos sus trabajos con billetes (también la pieza que todavía puede verse en la Galería La Naval de Murcia, Este barco se hunde conmigo dentro), ¿cuál es su significado? ¿Qué pretende destacar o cuestionar con su reconversión en obras de arte?
R.- Creo que es imposible explicar el significado de las obras porque realmente no lo tienen, o por suerte no tienen un significado único ni objetivo. Estas obras están hechas con billetes en curso de los treinta países más ricos del mundo (según el PIB de 2012), cuestionando lo descabellado de estos trozos de papel que rigen el mundo. Los billetes no dejan de ser un trozo de papel. Nos hemos puesto de acuerdo internacionalmente para que así sea. Además, aunque un billete sea tuyo, no lo es del todo, siguen siendo del banco nacional de cada país. En nuestro caso es el Banco Central Europeo. Detrás de la mayoría de catástrofes que ocurren en el mundo (menos las naturales) se esconden estos trozos de papel, lo cual es realmente absurdo.
P.- Discos, billetes, farolillos, imágenes sencillas de objetos cotidianos que esconden en sus obras realidades complejas, nada es lo que parece… ¿De qué nos hablan los objetos?
R.- Estos objetos nos hablan desde dentro o al menos eso espero.
Leave A Comment