En los últimos días, los sellos Lengua de Trapo y Salto de Página han editado sendas antologías sobre autores nacidos en los 80 que han sido recibidas con cierto recelo entre los críticos, en algunos casos incluso con estupor. El escritor, crítico y bloguero Alberto Olmos (Segovia, 1975), que ha sido el encargado de prologar y de seleccionar a los autores de Última Temporada. Nuevos Narradores españoles 1980-1989 (Lengua de Trapo), repasa en El Cultural los temas más candentes de este trabajo y avisa: “Yo no he venido aquí a hablar de mis libros”.
Pregunta.- ¿Cómo surge la idea de hacer esta antología?
Respuesta.- Proviene de la editorial Lengua de Trapo, que ya hizo en 1998 un libro similar con los autores nacidos en los años 60: Páginas amarillas. De hecho, cuando yo publiqué mis primeras novelas en este sello, había el deseo de repetir Páginas amarillas con los autores de los 70: fue una pena que no prosperara el proyecto, pues hubiera servido para reforzar el sentido de Última temporada.
P.- ¿Qué cree que define mejor a este grupo de nuevos narradores, sus diferencias o sus rasgos comunes?
R.- Nada define a la generación de los 80, como nada define a la mía o a la que puedan conformar Marías, Vila-Matas y Muñoz Molina. Es una exigencia gratuita, por parte de la crítica o de los periodistas, la que atañe a rasgos comunes de una generación de escritores. Gracias a dios, cada uno hace la guerra por su cuenta, y lo que pueda unirles se debe a circunstancias exclusivamente sociales (como la presencia en su vida de Facebook y de las series de televisión).
P.- La selección de textos se ha realizado bajo la premisa de paridad total. ¿Por qué?
R.- Cuando apareció la nómina de Granta, incluso cuando en este mismo suplemento elegisteis a los mejores blogs literarios, varias personas alzaron queja sobre la mayoría masculina presente en ambas selecciones. Dado que nunca se había hecho un canon o top que siguiera criterios paritarios, y dado que entre los autores de los 80 hay seguramente más mujeres con talento que hombres brillantes, me pareció pertinente y hasta fácil cumplir con esa visión políticamente correcta de las cosas, a ver qué pasaba. Y lo que ha pasado es que nadie, salvo Ignacio Echevarría, ha aplaudido esta iniciativa, después de años de lamentarse cuando las mujeres eran orilladas.
P.- Usted plantea que las becas y padrinos sirven, entre otras cosas, para domar o amaestrar a los nuevos escritores. ¿No es un poco inquietante este sometimiento prematuro al sistema por parte de los intelectuales del futuro?
R.- A mí me lo parece, en efecto. Considerarse un escritor rompedor cuando se disfruta de becas y padrinos es un chiste al que me cuesta encontrarle la gracia. Un escritor de verdad escribe a la contra, no empujado por los caudales públicos. Se me antoja más digno vivir de tu novia o de tu novio; incluso de un trabajo.
P.- La generación de los 80 se encontró de golpe con la crisis de 2008 cuando le tocaba el turno de entrar al mercado laboral. ¿Influye esto a la hora de escribir?
R.- Todo influye, pero en esta cuestión creo que la generación de los 80 está siendo víctima de la resaca editorial de los años 90, donde se publicaba a jóvenes a mansalva, y finalmente sin mucho criterio, con la consecuencia de que ahora los editores escarmentaron y no apuestan por los novatos. Fíjese que ahora el finalista del premio Herralde, si lo hay, suele rondar los 40 años de edad, cuando Barba o Neuman fueron finalistas con veintipocos.
P.- Última Temporada suena algo apocalíptico para una antología. ¿Qué espera de la próxima generación, la de los 90, que serán nativos digitales con todas las de la ley?
R.- Me llegan libros, a veces, escritos por españoles nacidos en los años 90. Con todo, creo que una generación de escritores depende de su propia generación de lectores -de joven, uno siempre se lee a sí mismo-, y lectores de veinte años creo que hay muy pocos…
P.- ¿Esperaba levantar cierta polvareda mediática con la antología?
R.- Supongo que se refiere usted al artículo de Ignacio Echevarría en estas mismas páginas, tan torticero, o la ridícula reseña de Fernando Valls en Babelia. No, no esperaba semejante mala fe. Me he dado cuenta, con todo, de que lo apreciable y consentido en este país es el silencio y la pasividad, o sea, no hacer nada. Si eres escritor, y no escribes nunca nada (no ya artículos o blogs: ni siquiera tus propios libros), te vuelves imprescindible. Si andas siempre haciendo algo, estos sujetos se preguntan: ¿qué busca con su labor? Pueden no gustarte las antologías Última temporada y Bajo treinta (Salto de Página, 2013) pero, desde una cota mínima de decencia, sería agradable el reconocimiento de un esfuerzo, así como de la intención revitalizadora de nuestra literatura que hallamos en ellas.
P.- ¿Tiene algún autor favorito de esta generación o sería políticamente incorrecto manifestar preferencias?
R.- Aixa de la Cruz y Juan Gómez Bárcena. Me da pena que el relato de Jimina Sabadú, que considero genial, no haya sido leído como se merece. Mi cuota de corrección política ya la cubrí cuando armé este libro con criterios de paridad.
P.- Continúa desdoblado en la red. ¿De dónde saca el tiempo?
R.- Me gusta escribir; si te gusta escribir, el tiempo, extrañamente, se pone de tu parte.
Leave A Comment