En Barcelona acaba de presentar el novelista Manuel Gutiérrez Aragón su libro Cuando el frío llegue al corazón (Anagrama). Decimos novelista porque el ex director de cine firma con la presente su tercera incursión literaria y, quizás, la mejor hasta la fecha. Esta que ahora publica es una novela corta y fabulosa, que lleva al lector a los años cincuenta de un pueblo norteño. Allí, un joven al que se le pegan las sábanas sale tarde de casa en busca de su padre, el veterinario del pueblo, al que debía haber acompañado a la plaza de toros, y se entera de camino que lo han detenido. Desde esa mañana, “la primera del mundo”, define el escritor para referirse al fin de la infancia, la narración se convierte en un continuo caminar repleto de referencias de la época, imágenes y “atmósferas”, recalca él, en las que también están sus recuerdos. Hay, además, múltiples referencias escondidas y convocados están en sus páginas Platón, Baroja y los tebeos de entonces. Pero en libro se aprecia, sobre todo, un empeño en la escritura misma que es puro gozo para el lector. Gutiérrez Aragón agradece el cumplido: “Todas las escribes con el mismo cariño y dedicación, pero cuando notas de pronto que las cosas han salido bien, te pones contentísimo”.
P.- Aunque no es una novela autobiográfica, es obvio que muchas de las imágenes a las que traslada al lector son las de su propia memoria.
R.- Mi padre no era un rojo represaliado sino un hombre de derechas, pero las imágenes sí son las de mis recuerdos, la novela está tejida con esos mimbres. Todo eso aparece difuso porque detesto el costumbrismo, de manera que no se pronuncia la palabra Cantabria y el pueblo no se llama Torrelavega sino Vega. Me insisten en que es una novela de imágenes pero creo que se debe a mi pasado cinematográfico. Marsé utiliza las técnicas de los talleres de guión para sus libros, introduce cuestiones como que pase algo justo diez minutos antes del final. Yo no lo hago en los míos, aunque sí reconozco que empleo mucho las imágenes, entre otras cosas porque la literatura tiene muchas más imágenes que el cine. En un libro las imágenes estallan. Uno es mal juez de sus cosas pero sí me parece ahora, con unos meses de distancia, que es una novela más bien de tonos, de atmósferas. Pero lo que dice el autor hay que ponerlo entre comillas.
P.- Las primeras páginas del libro, en las que el muchacho busca a su padre en la plaza de toros y luego por el pueblo, podrían funcionar como un relato independiente. En varias ocasiones repite que el descubrimiento de que el padre ha sido detenido es “la primera mañana del mundo”.
R.- Escribí de corrido esa primera mañana física en la que el niño busca al padre y quiere pensar que es una broma su detención. Lo planteé casi como una carrera y luego pensé que lo bueno sería mantenerla hasta el final, por eso la novela es corta.
P.- Podría haber titulado el libro así, La primera mañana del mundo. Es una buena metáfora del final de la infancia.
R.- Era demasiado obvio. Lo titulé así por una frase de uno de los diálogos de Platón, una frase perdida que pasará inadvertida. Decía: “Cuando el frío llegue al corazón, Sócrates morirá”. Me pareció que era una cosa escondida, que no se advierte y que desconcierta. ¿Por qué el diálogo de Platón? Porque lo traduje la universidad, me encantaba el griego, con esas partículas, con sus cambios y sus extraños verbos.
P.- ¿Las de iniciación son las mejores historias?
R.- Siguen siendo muy sugerentes. Son un poco peligrosas, porque se han escrito 20 veces, pero siempre funcionan. En esta hay muchas claves ocultas. El chico unas veces lee tebeos y otras, novelas, está en ese limbo entre la infancia y la adolescencia, entre los tebeos de Merlín y un libro que no se menciona, porque lo coge con las tapas arrancadas, y que es Camino de perfección de Baroja. También esa es una clave oculta, Baroja estaba refiriéndose a Santa Teresa y aquí no es que hagamos un camino de perfección, pero surgió de manera espontánea y no me reprimí. Sin embargo, el chico de aquel libro echaba a andar y eso me encantaba. También le sucede a Ludivino, el protagonista de mi novela.
P.- La peculiaridad del terreno sobre el que se desarrolla la acción, y que es el campo de su infancia, engrandece la novela.
R.- Hay una cosa que marca mucho esta vida mía, el vivir en una ciudad con fábricas, muy urbana y muy moderna por la industria textil. Pero a dos pasos había un mundo maravilloso que es el del campo, pasabas de la chimenea a las fábricas, de la química a los dioses y leyendas, en muy poco espacio. Esa mezcla entre lo urbano, lo rústico y lo antiguo me gustó mucho. Yo acompañaba a mi padre cuando iba a visitar vacas y eso está en el libro. El personaje del cura, que me gusta mucho, está hecho de personas que conocí en la niñez. Y eso que yo no tengo ese resentimiento religioso que sale tanto en las novelas. tuve la suerte de tener profesores buenísimos. No tuve traumas religiosos ni sexuales.
P.- Las críticas de esta novela están siendo fabulosas. ¿No se plantea ampliarla?
R.- Puede que recupere algún personaje, como Culovaso, pero la he trabajado casi como una nouvelle. Lo que sí puedo decir es que nunca llevaré un libro mío al cine, porque sería como si me obligaran a escribirlo de nuevo. Cuando escribo un libro, procuro olvidarlos, a veces paso incluso apuros porque me preguntan por un personaje del que no me acordaba. La verdad es que podría inventarme una novela al año, porque la narración me sale de manera natural, pero no se debe y no lo haré, no es bueno saturar el mercado.
P.- Entonces ya estará escribiendo otra cosa.
R.- Lo próximo será una reflexión sobre el cine, una especie de autobiografía a través de las películas. Tengo que dominarme porque a mí lo que me gusta es la escritura misma, lo que en cine sería el equivalente a la puesta en escena. Marsé sabe contar una historia y mantener el interés hasta el final, pero reconociendo que eso es muy importante, a mí lo que más me gusta es la trabazón de los párrafos, la técnica. Por ejemplo, me ocurría de niño con Rubén Darío, en ese uso suyo del lenguaje lleno de magia, con composiciones en las que lo que no entendías lo tenías que rellenar tú solo.
Leave A Comment