Gonzalo Hidalgo Bayal regresa una vez más a la tierra de murgaños, esa Extremadura inventada en la que transcurre toda su obra. La sed de sal (Tusquets) tiene envoltura de novela negra y fondo de tratado filosófico sobre la condición humana. Por una terrible coincidencia, un inocente acaba encerrado en el calabozo de un pueblo, al grito multitudinario de “¡Cabrón asesino!”, lo que desencadena una trama que no atrapa al lector con un ritmo trepidante, sino con una prosa de altura.
Pregunta.- La sed de sal no es una novela policiaca al uso.
Respuesta.- La investigación me interesaba poco, me centro en la especulación sobre lo incierto, en las conjeturas del protagonista a partir de lo que le dicen y de la prensa local. No quise cerrar la historia a la manera de la novela policiaca, entre otras cosas porque no sé hacerlo.
P.- Esa incertidumbre del narrador protagonista le hace reflexionar largo y tendido sobre la condición humana: el miedo, el dolor, la pena, la nada, la culpa… ¿Son un compendio de sus propias reflexiones?
R.- No las tenía recopiladas en un prontuario, pero no me extrañaría que buena parte de ellas estuvieran desperdigadas en otros de mis libros. Cuando estoy escribiendo no recuerdo lo que escribí anteriormente.
P.- El título del libro, el nombre de uno de los personajes -Noé León-, así como otros títulos y personajes suyos anteriores son palíndromos.
R.- Es una diversión que me entretiene, a veces casi una obsesión. Veo los carteles y automáticamente los leo al revés para ver si esconden un palíndromo.
P.- ¿Cuándo y cómo se ha ido fraguando esta novela?
R.- Según mis archivos de Word, los primeros apuntes los tomé en febrero de 2005. Tenía unas cuantas ideas claras: que había una desaparición, que sería más o menos policiaca, pero más lóbrega que negra, porque es una novela pesimista. Me senté a escribirla cuando me jubilé, hace dos veranos. La terminé en unos cuatro meses y el año y medio restante he estado revisando, recortando, añadiendo y matizando.
P.- El protagonista de la novela, Travel, compara constantemente las circunstancias de su cautiverio con escenas de películas de cine clásico. ¿Es usted especialmente cinéfilo?
R.- De hecho, quise ser director de cine, pero tal como está el sector ahora, mejor no haberlo sido. Estaba estudiando Filosofía y me matriculé en Ciencias de la Imagen, cuando empezó a funcionar la facultad de ciencias de la información en la Complutense. Aquellos cinco años (1972-77) no me sirvieron para nada, salvo para ver mucho cine en la Filmoteca porque nos daban pases especiales. A veces veía hasta cuatro películas en una tarde.
P.- El crítico de El Cultural Ricardo Senabre, además de proclamar su excelencia, ha dicho de usted que es un escritor minoritario, entre otras razones, por “la índole extremadamente culta de su escritura”. ¿Está de acuerdo? ¿Cómo concibe su prosa?
R.- Me gusta que la prosa tenga intensidad poética y un ritmo marcado. Le doy muchas vueltas a las frases hasta que me suenan bien. Me reprochan a veces que pongo demasiados adjetivos, pero lo hago por musicalidad. De hecho, se me hace cuesta arriba leer una novela que no tenga intensidad en la prosa. Cada vez me gusta menos la prosa meramente informativa. Lo del exceso de culturalismo en mi literatura es cierto, pero creo que La sed de sal es mi novela más llevadera en ese sentido.
P.- La acción transcurre, una vez más, en la ficticia tierra de murgaños: la ciudad de Murania, el pueblo de Casas del Juglar… ¿Cuándo y cómo inventó este universo paralelo a la Extremadura real y decidió que estaría presente en toda su obra?
R.- Lo utilicé en mi primera novela, a principios de los 80. Necesitaba una ciudad mediana, como Plasencia, donde vivo. Pero no quería usar su nombre porque entonces tendría que ser fiel a la realidad geográfica. Luego inventé un pueblo pequeño, Casas del Juglar, y más tarde inventé otros.
P.- ¿Qué escribe ahora?
R.- Antes de ponerme con La sed de sal tenía otra empezada, pero estoy perdido, llevo bastante tiempo sin saber por dónde seguir. Tengo problemas con las voces narrativas, con los personajes y los tiempos. La dejé en reposo para escribir ésta y ahora espero llevarla adelante.
P.- ¿Qué espera de su carrera literaria?
R.- No demasiado. Podría pasar sin escribir, porque soy perezoso, pero no podría pasar sin leer. Ahora casi no hago otra cosa. No digo que lea con ímpetu juvenil, pero termino un libro y a la hora empiezo otro. Leo de una manera demasiado irreflexiva. Estoy deseando acabar el libro que tengo entre las manos para empezar otro.
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