Pregunta.- Enhorabuena por tu nueva y deliciosa novela, Eduardo. Como lector atento de narrativa estadounidense, ¿podrías darnos algunas pistas sobre los nuevos nombres que deberíamos seguir?
Respuesta.- George Saunders, William Vollman, Lorrie Moore, Sherman Alexie… Me pillas un poco desprevenido, pero hay literalmente decenas de escritores que están renovando la narrativa ahora mismo desde Estados Unidos.
P.- ¿Se puede escribir una novela sin una estructura previa, es decir, sin saber cómo va a acabar?
R.- Sí, se puede perfectamente, algunos grandes escritores lo han hecho, genios inconscientes de su profundo poder imaginativo que a medida que escriben averiguan lo que quieren decir.
P.- ¿Cúal ha sido el mayor reto al escribir esta novela?
R.- Es una apuesta por rescatar a la literatura de las fuerzas que la tienen secuestrada, y que son las corporaciones que se dedican a editar pensando sólo en el criterio de las ventas, y no en el reto artístico. Eso está en el centro de de lo que yo novelo, y alrededor de ello había varios peligros, pero los desestimé
P.- Hola. Te sugiero que propongas tres recomen daciones: 1. Novela extranjera reciente que te haya sorprendido. 2. Novela española actual que te haya sorprendido. 3. Ensayo actual que te haya resultado interesante… ¡MUCHAS GRACIAS!
R.- La última novela de Coetzee es asombrosa y elusiva. La novela con la que José Antonio Garriga Vela ganó el Gijón, sobre el misterio de la pérdida de la memoria. Estoy leyendo las reflexiones de Terry Eagleton sobre el fenómeno de la lectura y la institución literaria. Dice cosas que pueden no parecer novedosas, pero es un lector muy sensible y profundo
P.- Leí no hace mucho la soberbia «El plantador de tabaco» (enhorabuena por la parte que le toca). Por aquello de animarme con «… Aurora Lee», ¿la traducción del novelón de Barth ha dejado algún poso en la novela de usted? 🙂 Gracias.
R.- Dediqué cinco años a la traducción de la novela de Barth. Fue justo cuando me vine a vivir a Nueva York, y fue muy importante para mí como prosista. En el arte de novelar hay algo crucial, que es la calidad de la prosa, y el ejercicio de trasladar al castellano una prosa viva y cambiante, que atraviesa varios períodos históricos, fue un reto importante. Me gustaría efectuar un recorrido por la historia literaria española reciente prestando atención sólo a los fenómenos de la prosa, dejando de lado otros aspectos (creación de personajes, trama), sólo la belleza inmarcesible de la prosa. Muchos escritores, al final de su vida, no teniendo que contar, se recrean en dar forma al lenguaje. E irónicamente, hay grandes escritores que no son grandes prosistas. Es algo muy interesante
P.- Hola, Eduardo, me ha gustado mucho tu nueva novela. Una pregunta ¿le pediste permiso a Paul Auster para sacar la historia de Daniel, su hijo, hacia el final del libro? Un saludo.
R.- Es uno de los aspectos más importantes del reto que supone mi novela. Tú la has leído y la respuesta a la pregunta está ahí, lo cuenta el autor del relato “Un torso sin rostro”. Yo no cuento nada que no se supiera de antemano. No hay nada que no saliera en los periódicos, y sobre todo, no hay nada que no aparezca en la novela de Siri Hustvedt sobre Daniel. Lo que hace mi narrador es comentar lo que hizo Siri, escribir una novela sobre algo problemático, y preguntarse si es válido hacer algo así o no. La respuesta, a través de mi narrador es: Sí, es legítimo que Siri Hustvedt escribiera una novela sobre su hijo.
P.- Sostiene Vila-Matas (y usted certifica en una decorosa entrevista) que Aurora Lee dinamita la metaficción o la metaliteratura o como se llame el engendro. Sin entrar en la dudosa posibilidad de que el onanismo acabe con la masturbación, ¿le parece necesaria esa escabechina? ¿Sería ésta retroactiva? ¿Habría que llegar hasta los cimientos? (Piense en las víctimas.)
R.- No, hombre, estoy de acuerdo en que los términos son bastante abstrusos y muy feos, pero si hablamos en serio, sí que tienen sentido. Lo que pasa es que aquí no se puede explicar a fondo. El comentario de Enrique es certero. Hubo un momento en el que surgió una manera de narrar que se preguntaba por los mecanismos de la narración, es decir sobre los límites de realismo. Esa forma de cuestionar la literatura pasó a llamarse, y el término es horrible, meta-literatura. Cumplió su función histórica, y se incurrió en graves excesos: experimentos en vacío que no conducen a nada. Foster Wallace lo explicó muy bien: la literatura te tiene que hacer sentir un nudo en el estómago, una profunda emoción, o no sirve para nada. Y escribió un relato satirizando a John Barth, a quien por lo demás respetaba. Lo que dice Enrique, y es un elogio que le agradezco, es que yo me río de esos mecanismos, los dinamito, los reviento, para volver a una forma de narrar auténtica pero que no regresa a las formas del pasado. Dicho de otro modo, después de Picasso la manera de pintar cambia, no tiene sentido retroceder. Pero es muy complejo y se presta a la burla fácil. No obstante, hay toda una generación internacional indagando acerca de nuevas formas de narrar
P.- Malpaso, Blackie Books, Impedimenta… ¿El mimo que muchos editores ponen en el libro como objeto puede ser un recurso eficiente contra la piratería o los i-bucs?
R.- Bienvenidas todas las editoriales que creen en el libro como objeto. Me recuerda la vuelta al vinilo en música. La piratería es otro problema, muy complejo. Yo no tengo nada contra el libro electrónico. De hecho, en un rasgo de genialidad editorial. Malpaso entrega el libro electrónico junto al libro de vinilo, si me permites la expresión
P.- ¿Cómo resuelve el conflicto entre dos tradiciones tan distintas como la americana y la española?
R.- Bueno, es mi situación biográfica. Yo llevo un cuarto de siglo viviendo en Nueva York, y estoy rodeado por escritores americanos. Mi mayor característica como periodista son las entrevistas que he tenido el honor de hacer a los grandes narradores americanos de nuestro tiempo: Philip Roth, Don DeLillo, Foster Wallace, Mailer, y muchos más. Se produce en mí un encontronazo violento pero saludable entre la herencia cervantina y la herencia, ya que hablas de Moby Dick, una de mis novelas favoritas, de la épica melvilliana. Tengo que decir que la salud de la narrativa norteamericana es formidable. Antes me preguntaron por nombres y me atasqué porque son muchísimos. Envidiable. Es una suerte encontrarse en esa encrucijada y escribir desde ella. Y en otra igualmente viva: el choque entre dos idiomas, el español y el inglés. Por eso me interesan tanto los hispanos que escriben en inglés.
P.- ¿Qué función social cree que desempeña la literatura en la actualidad?
R.- Me desborda y me fascina la pregunta. Te contesto desde un campus norteamericano, dentro de una hora tengo que dar una clase sobre novela contemporánea. Enseño en una universidad de élite, el college más caro de Estados Unidos, Sarah Lawrence. Y observo atentamente a mis estudiantes, los cuales matarían si se les prohibiera leer. Convertirían a la literatura en una sustancia controlada y prohibida como las drogas. ¿Qué ocurre en el mundo de fuera? ¿En España? ¿Se lee? ¿Ha emigrado la sustancia de la narratividad a otras formas, como los videojuegos o las series de televisión? Bueno, de eso trata mi novela, justamente
P.- ¿Las fichas de Nabokov son reales? ¿Trabajó la novela en base a estas fichas?
R.- Las fichas de Nabokov son realísimas. El libro lo publicó Anagrama en España, en una edición modesta, de no demasiada calidad como objeto. Pero la edición americana, con los borrones y tachaduras con los colores originales, desvaídos, a lápiz, pluma, anverso y reverso, es una joya. Lo que cuento en el libro es cierto. Cuanto tuve ese ejemplar maravilloso, en papel grueso, en las manos, en una librería del East Village, me pareció escuchar los gritos de agonía del autor. Un amigo que estaba conmigo me observaba preocupado. No me quedó más remedio que convertirlo en el escritor fantasma de mi novela. Busque el libro, se encuentra fácilmente
P.- Buenas tardes, Sr. Lago. ¿Ha ideado ya un nombre para el género literario al que pertenece “Siempre supe…”? Admiro la forma en que se “pasea literariamente”por todos ellos (o por ninguno). En cualquier caso, siga escribiendo, por favor.
R.- una lectora muy fiel me iba contando qué sentía a medida que leía distintas partes de la novela. Su primer correo decía: “Desde luego, esto no es una novela”. Salvando las distancias con alguien de la estatura del genial Unamuno, que escribió la fascinante “Cómo se hace una novela”, aquí hay una sucesión en la tradición literaria en nuestra lengua, y en la universal. En la primera página digo que ya no hay novelas. Esto no lo es. Nombre, no lo tengo. El gran Unamuno, cuando le dijeron algo parecido salió con lo de nivola. Todo esto apunta a una gran verdad, que señaló hace muchas décadas el crítico ruso Bakhtin: la novela es el género literario más joven, está aún en sus primeras e insospechadas fases.
P.- ¿Ataca su novela al hampa camuflada en algunas editoriales de hoy? Parece que los deja a todos tiesos. ¿Voy desencaminada?
R.- No vas desencaminada. El comentario que más me ha gustado y conmovido de cuantos he recibido fue un email anónimo que me decía: Lo que usted y Malpaso están haciendo me recuerda a lo que hacen los indignados en la política. Quitándome toda la importancia, porque sería absurdo arrogarse nada, ridículo y fatuo, sí hay un paralelismo (conmigo fuera de la ecuación, insisto): de la misma manera que los políticos se pasan al pueblo por el forro, las editoriales, ciertas editoriales que están pendientes de ganar dinero, torean al público lector, lo engañan, lo marean, le endilgan unos tostones insoportables, amañan premios, aturden. Y todo ello en un panorama de jóvenes con infinito talento que si no se pliegan a ello NO SE LES PUBLICA. Intolerable.
P.- En su novela Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee escribe «hace mucho que no lo veo» (refiriéndose a un varón humano) y «le ayudó a concluir su jefa». ¿Cree usted que ha llegado por fin la hora de abolir la fastidiosa diferencia entre el acusativo y el dativo?
R.- Dios mío, no sabía que estaba haciendo eso, pero teniendo en cuenta que en la contraportada Malpaso sale con una frase bellísima en latín, creo que lo que usted me dice es extraordinariamente sugerente. Prometo pensarlo.
P.- Casi todas las declaraciones y reseñas hablan de la literatura sin concesiones de su novela. ¿No le da miedo ahuyentar lectores? ¿No le riñe su editor?
R.- No, no me da ningún miedo ahuyentar lectores, en absoluto. Todo lo contrario. Mi editor no me riñe, me aplaude. Estamos en lo mismo. Y buscamos gente que crea en lo mismo que nosotros. En Voz Populi una periodista muy inteligente me hizo una entrevista larga y llena de sensibilidad. Comentándoselo a mi editor me enseñó un correo de esa chica, que terminaba diciendo: Enhorabuena por atreverse a publicar una novela así. Está usted completamente loco. ¿Loco? Por supuesto. Como Don Quijote.
P.- Esta es la típica pregunta de «¿usted tiene más lectores o lectoras?» (aprovechando que la mayoría de intervinientes en este chat parecen ser varones, vaya).
R.- Pues no sé qué decirte. Sólo te comentaré que “Llámame Brooklyn” fue una novela que muchos tildaron como de “sensibilidad femenina”. ¿Puede ser que tenga más lectoras? Lo cierto es que me fío de lo que me dicen las lectoras más que los lectores cuando les entrego manuscritos. Pillan las cosas al instante. Recientemente he perdido a una lectora maravillosa que percibía muy bien mis intenciones y me ayudaba a orientarme. La echo de menos.
P.- Usted y Enrique Vila-Matas han predicado la naturaleza moral de la literatura (no empleo el adjetivo «alta» porque lo otro ni siquiera merece el sustantivo), la heroica virtud de quienes se atornillan frente al teclado para destilar acojonancias y la ignominia de los plumíferos que satisfacen las pasiones más bajas de la plebe para ganar una pasta gansa («no man but a blockhead ever wrote, except for money»). ¿Cree posible un juicio literario que no sea «de intenciones»? Y si ello es así, ¿podría, por favor, indicarnos los criterios que debemos emplear para hallar perlas perfumadas entre tanta inmundicia?
R.- Elías, no puedo responder con la atención que merece una pregunta llena de matices muy importantes. Yo creo que el único criterio es el de la “autoexigencia”. Trasladando al lector lo que Hemingway pedía para sí como escritor: No hay nada más valioso que un detector de mierda, decía él.
P.- Eduardo, ¿cuál es su opinión sobre los “escritores fantasma”?
R.- Me fascinan. Soy amigo de varios. Me encantaría hacer su trabajo.
P.- Hola Eduardo. Tu novela me ha parecido lo mejor de cuánto se ha escrito este año. Ahora bien, hablas de una narradora en Todo cuanto amé pero el narrador es Leo Hertzberg. ¿Es un cambio intencionado?
R.- Es un despiste obvio
P.- ¿Qué le duele más: una dura crítica en el suplemento literario de un diario muy vendido o en el blog de un lector con muchos seguidores?
R.- Las críticas hay que asimilarlas. Si es de un lector honesto, hay que tomárselas más en serio
P.- Hola Eduardo, fuí alumno tuyo en el Covadonga… realmente transforma Nueva York a un escritor español ?
R.- Totalmente, yo nací aquí como escritor
P.- ¿Es esta novela una cruzada contra la metaliteratura?
R.- un poco, pero sin solemnidad, con humor
P.- Cómo encontró las claves de El original de Laura?
R.- Leyendo las fichas un centenar de veces
P.- He seguido sus declaraciones. Ha sido muy generoso con Nabokov (de hecho le hace más publicidad a él que a su propio libro). ¿Lo encuentra mejor o peor que Conrad?
R.- Good Lord. Dos de mis dioses. Incomparables. Me quedo con Conrad
P.- En su libro se alude a varios bestsellers que el protagonista califica de «bazofia inmunda», «basura» y «engañifa». Más tarde aparece un chucho draconiano que reseña a dentelladas las obras del venerable Beckett. Me temo, sin embargo, que esas admiraciones son muy previsibles y esas aversiones poco audaces. Bien está que decapite las marionetas habituales (esos pobres zafones que se llevan todos los palos), ¿pero no le parecen piezas fáciles? Apelando a la entereza moral que distingue a la gran literatura, ¿se atrevería a suministrarnos los nombres de vulgaridades más ilustres y, por ello, más delictivas (en castellano)?
R.- Medardo, menos mal que me quedan 5 minutos. No quiero ganarme demasiados enemigos. Pero en la novela hay títulos transparentes. Hay muchos más
P.- Aprovechando que pertenece usted a la Orden del Finnegans y que yo, como ilusionado muy joven de las letras, incluyo congregaciones así de raras entre lo indispensable de cualquier panorama literario, le pregunto, ¿ha terminado del todo el tiempo de las sociedades, las tertulias y los cafés, ahora que cuando más gente hay y más comunicada está más brutal es la soledad? ¿Acaso habrá para nosotros un café Varela o un Ateneo, o sólo nos conoceremos por reseñas en Amazon y la bandeja del mail?
R.- Bueno, yo creo en el contacto real de persona a persona, y eso vale para las órdenes literarias
P.- hOLA. ¿Qué novelas recomendarías de Don de Lillo, Philip Roth y Coetzee? ¿No piensas que en estos momentos de Crisis, están surgiendo nuevas obras de autores “no tan conocidos”, que están fuera del marketing establecido?
R.- De Delillo, Ruido de Fondo, De Philip Roth, El escritor fantasma, de Coetzee, El maestro de Petersburgo. Hacen falta más indignados entre los escritores, hace falta gente que escriba fuera de las directrices del márketing
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