En 2009, Cristina Cerezales Laforet (Madrid, 1948) mereció el aplauso de la crítica por Música blanca, libro en el que, con hondura y delicadeza, salvaba del olvido la verdadera esencia de su madre, Carmen Laforet, algo que, a su juicio, no había quedado reflejado en las biografías. Tras los elogios, lejos de temer el regreso a la escritura, la autora se sintió animada para continuar. Al año siguiente sus cualidades como narradora volvieron a brillar en el libro de relatos Amarás a tu hermano. Y ahora vuelve a la narrativa con El pozo del cielo, una novela a vueltas con el amor en la que una mujer trata de salvar su relación a través de su propia ausencia y de un juego epistolar gracias al que recupera aquello que ella y su amante habían perdido por el camino, la comunicación. De fondo juega Cerezales con la intriga, una herramienta que, considera, hace más entretenida esta novela que ahora publica Destino.
Pregunta.- El pozo del cielo está casi en las antípodas de Música blanca.
Respuesta.- En realidad era Música blanca el que era distinto al resto de mis libros, porque trataba de mi madre y estaba concebida como una especie de biografía. En cambio, esta es una novela que trata temas universales, en este caso el del amor, que es el motor de la vida, y del desamor, que normalmente lo acompaña. Las historias se complican y esta es una historia que se complica, a pesar de que el hilo de Ariadna nos va conduciendo, a través de una intriga, por posibles soluciones.
P.- El libro arranca con una cita de Doña Flor y sus dos maridos, de Jorge Amado, que dice: “¿Por qué se necesitan siempre dos amores?
R.- Como en aquel libro, aquí hay una lucha entre distintas posibilidades.
P.- Los personajes se rebautizan con dos nombres mitológicos, Teseo y Ariadna.
R.- Los mitos recogen los temas universales y los tratan de una forma que sigue siendo actual. Es un recurso bonito acudir a ellos y apoyarte en ellos. Aunque el amor es único en cada caso.
P.- El libro tiene una estructura en la que caben el espistolario, la intriga… ¿Cómo la concibió?
R.- El tema me rondaba y empecé a construirlo, había historias que se me venían a la cabeza, personas que se me cruzaban. Los personajes se me fueron presentando y ellos mismos la hicieron avanzar. Hay escritores que se sientan a escribir con la novela hecha; yo, no. Normalmente sé lo que quiero contar, pero no la tengo resuelta. No lo escribí con la intención de romper con mis otros libros pero es distinto. Fueron apareciendo estas formas nuevas, las cartas… Me gusta mucho trabajar la estructura de un libro, en Música blanca había dos o tres voces y a mí me gusta mucho singularizar los personajes, también lo he hecho aquí, incluso en su forma de escribir.
P.- Se diría que es una historia esperanzadora.
R.- Te va dejando dudas, como la vida misma, pero sí es esperanzadora, quería que eso llegara al lector. Lo que pretende el personaje femenino es buscar una verdad a través de una historia y entregar su verdad a la pareja para que conozca cómo ha sido su proceso en un momento en el que no son capaces de hablar. La creatividad de ella para hacerle entender es esperanzadora.
P.- El de los protagonistas es un problema que se va aclarando gracias a la comunicación. ¿Es este uno de los peores males de la pareja?
R.- Lo es en general. La gente ya no está donde está sino en el móvil, en sus tablets… están ahí mientras discurren sus vidas, sin comunicarse con los que de verdad tienen delante. El problema de comunicación de la pareja del libro, en cambio, se debe a que él no escucha y ella busca una estrategia para solucionarlo. Quizás no habría que llegar tan lejos como Ariadna, pero sí hay que utilizar las armas que uno tenga para exigir una calidad en las relaciones, para que avancen y para que no se envenenen de dolor, rencor y odio.
P.- Es una novela muy femenina. ¿Diría que también es feminista?
R.- El libro anima a las mujeres, pero también invita al hombre a escuchar. Aunque ella tome la iniciativa, él también tiene voz en la historia y aporta sus razones, explica su desconcierto.
P.- La crítica fue unánime con Música blanca. ¿Le ha costado escribir después de tanto elogio?
R.- Al contrario, las buenas críticas me animan mucho. En aquel libro comprobé que había llegado a los lectores lo que quería transmitir, la esencia de mi madre, algo que yo echaba en falta en sus biografías y que sabía que se podía perder, y eso de te da ánimo para escribir. Música blanca era un relato muy íntimo y por ello su proceso de escritura fue distinto. El pozo del cielo es ficción y es distinto el enfoque, no quiero dar lecciones de nada sino contar una historia que me ha entretenido mucho escribir y que espero que guste al lector, creo que la intriga lo hace entretenido. No es un libro absolutamente claro, no hay instrucciones para su lectura.
P.- ¿Alguna vez tiene en cuenta a su madre a la hora de escribir?
R.- No busco escribir como ella. La sigo leyendo, porque siempre me piden que hable de sus libros y, aunque me los sé muy bien, siempre los retomo por el placer de leerlos. Es una escritora irrepetible y magnífica. Trato de no parecerme a ella, en esta novela no hay nada que se pueda parecer a un libro de mi madre.
P.- ¿Le habría gustado a ella?
R.- Creo que sí, y habría sido muy bonito poder comentar mis libros con ella. Cuando empecé a escribir, mi madre ya no podía comunicarse conmigo. Cogió el primer libro por todas partes, lo sé porque estaba muy usado, pero ya no hablaba…
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